Hoy aprendí una gran lección de quien menos esperaba, y bueno digo es como la vida funciona, ¿cierto?
Como quiera que sea no podría expresar lo vivido sólo escribiendo -mi estilo es más descriptivo-, pero gracias a la tecnología puedo compartir con el mundo entero y contigo que lees estas sencillas líneas.
Y es que los pequeños cambios, las pequeñas decisiones marcan nuestra vida de muy diversas maneras. En una parte de mi día decidí cambiar la dieta y sentarme a comer unas quesadillas en medio de una plaza pública. Me dedique a observar, desde que arribé vi a un hombre, perdido en mente y mirada en medio de un par de parejas que felizmente daban rienda suelta a sus instintos más primitivos. Me dediqué tratar de disfrutar dos de las tres quesadillas que adquirí con una señora que no me respondió cuando le pregunté si las quesadillas estaban ricas. Con quesadilla en mano me dirigí a aquel viejo perdido.
Le hablé y parece que despertó. Me permití convidarle de la quesadilla, por algún motivo también accedí a su invitación de sentarme a acompañarlo mientras comía. El señor, ya de la tercera edad comenzó a contarme parte de su vida. Él es alcohólico y ello le ha traído haber perdido el respeto de alguna de sus hijas. En fin grande fue mi sorpresa al encontrarme con un filosofo al más puro estilo Diógenes -aquel del que narran las viejas historias de griegos-.
No había duda de la razón de sus palabras. Lo escuchaba, la gente que pasaba nos veía con extrañez, sin duda hacíamos una escena fuera de lo común, tan fuera de lo normal que alguien llamó a un par de policías para que se verificaran el orden de nuestro encuentro en la vía pública. No hubo ningún problema, los policías minutos después acudieron a un llamado que en verdad pudiese significar una verdadera alerta.
En vierto punto de mi conversación con Don Vicente decidí grabar nuestra conversación para quizá compartirla. Estoy seguro el no tendrá inconveniente en que el mundo conozca de nuestra filosofía.
Don Vicente dice que "la esencia de la vida es estar vivo". Indagamos juntos que la vida depende de cómo vivimos, de la calidad con la que nos conducimos y nos cuidamos a nosotros mismos. Pero en cierto punto le señalé que el alcohol, uno de sus vicios no contribuye a su bienestar. ¡Ah!, pero ese es un problema secundario, -me refuto-. Y es que según Don Vicente los "problemas secundarios" contribuyen al detrimento de nuestra calidad de vida y que ellos son consecuencia de decisiones no convenientes a nuestra integridad. Ya avanzada nuestra conversación él señaló: es que el alcohol destruye nuestras neuronas.
La grabación empieza en cuando le pregunté que cuando empezó a "tomar". Hace ocho días me respondió. Y me contó la historia de cómo fue que llego en un día lluvioso a una cantina -como a tres kilómetros fuera de su rumbo, estando a sólo unos seis minutos y pocos metros de su casa-. Me dijo de la ubicación de su casa, vive en un asilo a sólo unos metros de mi escuela.
La conversación fue francamente amena, agradable. Pero eso de los problemas secundarios de la vida son los que determinan nuestra calidad de vida, nuestra felicidad, tristeza o alegría.
Os dejo la liga de mi conversación con Don Vicente, con todo respeto y sencillez la comparto.
Lo hago con la finalidad de no olvidar que son precisamente las cosas más sencillas de la vida las que nos dan una gran alegría y una memoria para la vida, en mi caso es una dentro de muchas otras que no olvidare.
Don Vicente me cuestiono: ¿donde están tus conocimientos?. Al final de nuestro encuentro y ya frente a varios adolescentes curiosos me dijo "yo sólo sé que no sé nada".
Posdata: disfruto más este tipo de encuentros, charlas con gente real, transparente que con gente (socialmente) importante, gente con mascaras, no autenticas, salvo sus pocas y contadas excepciones.
Posdata II: Lo comparto con sencillez y con todo el respero para Don Vicente.
Como quiera que sea no podría expresar lo vivido sólo escribiendo -mi estilo es más descriptivo-, pero gracias a la tecnología puedo compartir con el mundo entero y contigo que lees estas sencillas líneas.
Y es que los pequeños cambios, las pequeñas decisiones marcan nuestra vida de muy diversas maneras. En una parte de mi día decidí cambiar la dieta y sentarme a comer unas quesadillas en medio de una plaza pública. Me dedique a observar, desde que arribé vi a un hombre, perdido en mente y mirada en medio de un par de parejas que felizmente daban rienda suelta a sus instintos más primitivos. Me dediqué tratar de disfrutar dos de las tres quesadillas que adquirí con una señora que no me respondió cuando le pregunté si las quesadillas estaban ricas. Con quesadilla en mano me dirigí a aquel viejo perdido.
Le hablé y parece que despertó. Me permití convidarle de la quesadilla, por algún motivo también accedí a su invitación de sentarme a acompañarlo mientras comía. El señor, ya de la tercera edad comenzó a contarme parte de su vida. Él es alcohólico y ello le ha traído haber perdido el respeto de alguna de sus hijas. En fin grande fue mi sorpresa al encontrarme con un filosofo al más puro estilo Diógenes -aquel del que narran las viejas historias de griegos-.
No había duda de la razón de sus palabras. Lo escuchaba, la gente que pasaba nos veía con extrañez, sin duda hacíamos una escena fuera de lo común, tan fuera de lo normal que alguien llamó a un par de policías para que se verificaran el orden de nuestro encuentro en la vía pública. No hubo ningún problema, los policías minutos después acudieron a un llamado que en verdad pudiese significar una verdadera alerta.
En vierto punto de mi conversación con Don Vicente decidí grabar nuestra conversación para quizá compartirla. Estoy seguro el no tendrá inconveniente en que el mundo conozca de nuestra filosofía.
Don Vicente dice que "la esencia de la vida es estar vivo". Indagamos juntos que la vida depende de cómo vivimos, de la calidad con la que nos conducimos y nos cuidamos a nosotros mismos. Pero en cierto punto le señalé que el alcohol, uno de sus vicios no contribuye a su bienestar. ¡Ah!, pero ese es un problema secundario, -me refuto-. Y es que según Don Vicente los "problemas secundarios" contribuyen al detrimento de nuestra calidad de vida y que ellos son consecuencia de decisiones no convenientes a nuestra integridad. Ya avanzada nuestra conversación él señaló: es que el alcohol destruye nuestras neuronas.
La grabación empieza en cuando le pregunté que cuando empezó a "tomar". Hace ocho días me respondió. Y me contó la historia de cómo fue que llego en un día lluvioso a una cantina -como a tres kilómetros fuera de su rumbo, estando a sólo unos seis minutos y pocos metros de su casa-. Me dijo de la ubicación de su casa, vive en un asilo a sólo unos metros de mi escuela.
La conversación fue francamente amena, agradable. Pero eso de los problemas secundarios de la vida son los que determinan nuestra calidad de vida, nuestra felicidad, tristeza o alegría.
Os dejo la liga de mi conversación con Don Vicente, con todo respeto y sencillez la comparto.
Lo hago con la finalidad de no olvidar que son precisamente las cosas más sencillas de la vida las que nos dan una gran alegría y una memoria para la vida, en mi caso es una dentro de muchas otras que no olvidare.
Don Vicente me cuestiono: ¿donde están tus conocimientos?. Al final de nuestro encuentro y ya frente a varios adolescentes curiosos me dijo "yo sólo sé que no sé nada".
Posdata: disfruto más este tipo de encuentros, charlas con gente real, transparente que con gente (socialmente) importante, gente con mascaras, no autenticas, salvo sus pocas y contadas excepciones.
Posdata II: Lo comparto con sencillez y con todo el respero para Don Vicente.